martes, 20 de mayo de 2008

Yo premio, tu premias, él premia

... y así hasta cinco.
Estas suelen ser las normas de los memes para distinguir algún blog, premios más por bondadosa amistad que por merecimientos. Al menos eso ha ocurrido a este blog personal con el Excelent Blog Award -así, en inglés, como si pareciera que va en serio- que me envía desde Argentina el siempre atento Alejandro Tortolini, cuyo último contacto había sido adherirme a su reguero de pólvora sobre el olvido en internet (en Nosololibros). No me hacen mucha gracia este tipo de memes. Sin embargo, después de no sé cuántos, creo que ya no me puedo negar: tengo varios agradecimientos pendientes, no obliga a requisito alguno y no quiero parecer descortés.
Como es lógico, tengo que pasar el testigo a otros cinco amiblogs y como quiera que la cosa es siempre peliaguda además de engorrosa y no exenta de quebraderos, he optado por dedicarme a aquellas personas que han distinguido este blog personal con su visita (afortunadamente para el caso, pocos) -aunque no pueda hacer lo justo con Boris Mir, a quien agradezco su continua y atenta lectura de artículos muchas veces faltos de la más mínima popularidad-, dejando claro que no tienen por qué seguir este árbol ya frondoso de nombramientos. No referiré blogs con los que tengo un íntimo contacto a través otros blogs en los que escribo, sino sólo de éste, ni tampoco blogs corporativos, sólo personales.

Antonio Solano, aunque sé que no sirve de nada dar el título de señor a quien ha sido nombrado recientemente emperador.
Elisa Armas, a la que siempre encuentras en todas las batallas.
Ángeles Berman, con la que contacté en los inicios -como con Alejandro- en Edublogger en español.
Anacarmen Roldán, compañera incansable de estudio y trabajo.
Cristina Ruiz, antigua alumna y ahora genial compañera.
Estas dos últimas ya contagiadas de blogomanía incipiente por mi parte.

Con gente como esta -por poner un caso- da gusto escribir y trabajar, así que ¿qué voy a decir de leerlos?

jueves, 8 de mayo de 2008

Nadie es responsable

Han finalizado las II Jornadas regionales del Plan de Lectura y Biblioteca en las que se han sucedido diversos actos académicos. El último plenario consistió en una mesa redonda sobre la información en la sociedad del conocimiento. Sin embargo, no quiero ocuparme ni de las jornadas, ni de la mesa redonda en sí.
En ella participaba Pilar Pérez Esteve, directora de programas del MEC, y en su un poco desordenada intervención (inciso: siempre pienso en lo lógico que es que nuestro alumnado no sepa ni hacer resúmenes, si nosotros mismos cuando tenemos que enfrentarnos a intervenciones públicas como esta somos igualmente incapaces de hacerlos), añadió datos objetivos -dentro de lo objetivo que es convencionalmente un dato- como que el extraordinario nivel de la educación finlandesa se debe en parte a que el profesorado de Finlandia está constituido por personas con los mejores expedientes académicos.
Pero ni siquiera es esto lo que me interesa. El caso que me interesa parte de la respuesta que dio una compañera en el turno de preguntas. Parecía ofendida por el dato, intentó una defensa populista de los profesionales de la educación en España y echó las culpas como siempre al "sistema", a las circunstancias en las que se trabaja; vamos, explícitamente con sus ejemplos echó la responsabilidad al alumnado comentando lo difícil que es dar clase en ciertas circunstancias (¿quién lo niega?).
¿Y qué me recuerda esto? Pues me recuerda un bar al que iba yo frecuentemente en una época. Mi familia, mis amigos y yo creo que éramos los únicos fieles a un establecimiento que no prosperaba. El dueño se lamentaba y un día hizo una alabanza -verdadera oda- a su bar acompañada de una crítica del vecindario, crítica que fue en aumento hasta el desprecio. ¡Qué situación más absurda!¿Puede un bar echar la culpa de su fracaso a la clientela? Naturalmente, el bar está hoy cerrado, no duró mucho, no podía ser de otra manera. Si la hostelería fuera del sector público -o fuera un bar concertado-, ese bar continuaría abierto y el dueño seguiría despreciando a sus clientes.
Así que nadie es responsable. Ya vimos que la Administración no se siente responsable de los resultados de PISA, que incluso los ve bien, igualmente hacen los movimientos de renovación pedagógica, ellos creen que lo único que han traido ha sido bien para el pais, lo mismo los sindicatos, estos, los otros... total: que ninguno es responsable.
Y sí, puede que algún lector o lectora se haya dado cuenta de que uso la palabra "responsable", y que por tanto, exprimo sus dos sentidos, cuando no los muchos otros que pudiera tener. Porque aquí, señoras y señores, nadie es responsable, con todo lo que eso significa.
No he ahorrado críticas a una Administración educativa cuyo mayor problema en España es su excesiva politización (pero excesiva, excesiva), ahora bien, intentar escurrir el bulto es ya otra cosa. Tengo que asumir mi responsabilidad, claro que tengo que hacerlo, claro que el profesorado debe hacer igualmente una reflexión sobre su práctica. Todos los años tengo momentos en los que siento que no soy capaz, que necesito afrontar las cosas de otra manera, que me equivoco, que no sé renovarme, que necesito formación, cambio. Es cierto que necesito estímulo, que no me líen con tanto papel, que no me obliguen a dedicar más tiempo a la documentación que a la acción... pero también noto que yo tengo que averiguarme las clases, y su mejora depende en gran parte de mí, de mi formación y no puedo esperar continuamente que me saquen las castañas del fuego. Cada palo que aguante su vela, pero ¿nosotros no tenemos nada que aguantar? Sí, y no sólo en el sufrido sentido. El profesorado debe hacerse responsable de su parte -lo mismo que los padres, los políticos administradores o el alumnado- si no quiere quedar como un barco a la deriva. Porque aceptar que tengo parte de culpa es aceptar que soy responsable, que me preocupo, que me siento en parte libre, que tengo todavía voluntad, iniciativa y ganas, y que tengo poder, autoridad...
Sí, no parece que haya duda, se quiera ver o no: la única manera de mejorar un sistema educativo es mejorar la formación del profesorado -lo demás, añadiduras-. No hay más que ver la cantidad de horas de formación que recibe un profesor en Finlandia y las que recibe en España. Y ojo, reconocer que la formación del profesorado es el pilar, implica que no es el culpable, sino que quienes se ocupan de ello no han sabido en España hasta ahora solucionar ese problema y también, como se comentó en la mesa redonda, que la situación lamentable de la Universidad española, totalmente incompetente para formar al profesorado, ha sido uno de los factores decisivos del fracaso (o del supuesto fracaso).
Pero naturalmente, lo mejor para poder opinar es informarse, y a pesar de que es obligatorio consultar todas las fuentes, es obvio que no podemos hacerlo, de modo que he seleccionado un artículo magnífico de agradable lectura en el que Javier Melgarejo resume su tesis en la que realizó una comparación entre el sistema educativo finlandés y español. Una buena forma de empezar a reflexionar.



Read this doc on Scribd: análisis del sistema finlandés



De manera que no me queda otra solución: voy a asumir toda la responsabilidad. Si como se ve, nadie quiere, yo asumiré todas las culpas. Así no habrá problemas.